jueves, 16 de octubre de 2025

Cuando el deseo respira – Parte IV. (El encuentro inevitable)


Y al fin, cuando las sombras se disuelven,
te encuentro en el filo exacto del deseo,
donde la espera y la urgencia se confunden,
y cada roce es un descubrimiento
que hace temblar la piel… y el alma.

Tus labios reconstruyen silencios antiguos,
tu respiración me guía entre la calma y el vértigo,
y siento que todo lo que conteníamos
explota en un instante que nos pertenece
solo a nosotros.

Tan cerca…
que puedo sentir tu miedo y tu deseo
como si fueran míos.

Tan cerca…
que cada suspiro se convierte en promesa,
cada caricia en un pacto secreto
entre lo que somos
y lo que soñamos ser.

Y cuando la noche nos cubre,
cuando el mundo vuelve a sus límites,
queda la certeza de que este fuego
no puede apagarse.

Que incluso en la distancia,
incluso en la ausencia,
nuestro deseo sigue respirando…
incendiando todo lo que somos,
una y otra vez.

Cuando el deseo respira – Parte III. (Entre lo que somos y lo que nos evade)



Cada día que pasa se hace más urgente
la sensación de que te busco…
aunque no estés aquí.
Mi cuerpo recuerda tus manos
como un eco que no cede,
como un fuego que insiste en prender.

Y sin embargo…
hay barreras que nos contienen,
distancias que no se miden en metros,
sino en miradas que se esquivan,
en silencios que pesan más que cualquier abrazo.

Te pienso en el instante más pequeño:
el roce de tu sombra en la puerta,
el perfume que dejo atrás sin querer,
la voz que me habita incluso cuando calla.

Y mientras deseo y miedo se entrelazan,
mi corazón se debate entre dos certezas:
la fuerza de este deseo que no se disuelve
y la fragilidad de lo que aún no puede ser.

Pero incluso en esta tensión,
incluso en la distancia que nos desafía,
siento que cada latido compartido
nos recuerda que estamos vivos…
que lo imposible no borra lo que arde.

domingo, 12 de octubre de 2025

Equilibrio y veneno

En la penumbra

Libra extiende sus alas al deseo,

Su piel blanca huele a promesa 

Su voz es una balanza temblando 

entre un sí y un no.


Escorpio la observa atentamente

Bajo una sombra liquida y ardiente.

Sus palabras ahogan su garganta

Y muerden el silencio,

Su tacto es conjuro y sentencia.


Ella ofrece su luz 

Y el responde con un fuego 

Que consume despacio 

Como un rezo bajo la lengua.


Ambos se entrelazan

Entre besos que saben a peligro,

Y suspiros que huelen a destino.


Libra se rinde al abismo

Escorpio se pierde sobre la brisa divina

Un aire que enciende el veneno,

Veneno que besa el aire entre la bruma.


En el roce de sus signos 

Se rompe el equilibrio;

La balanza pierde peso,

Y el veneno se hace rito.


Una danza entre juicio y locura

Libra se curva y escorpio se eclipsa

El equilibro hecho deseo, 

La pasión hecha silencio.


Ella es aire que ilumina la oscuridad,

Él es sombra que incendia la armonía;

Dos cuerpos, dos signos

Donde la luz y la sombra se reconocen.


Encuentran redención 

En el eco de su unión secreta

Un eco de amor convertidos en gemidos,

En la grieta del tiempo suspendido.


Libra ofrece su cuerpo como ofrenda 

Seducida por el veneno de escorpio

Juntos destilan una esencia prohibida 

Un solo pulso, un beso y un suspiro.


Eres el veneno que cura, 

La herida que libera,

Un equilibrio que provoca...

Nada existe fuera de ese instante

Ni el tiempo,

Ni el miedo.


Mientras tu veneno la penetra 

El aire se espesa

Y el deseo se vuelve verbo, 

El verbo se hace carne,

Y la carne...se convierte en uno.


No para poseer,

Sino para reconocer lo que ya es tuyo:

Mi temblor, mi entrega, mi infinito...

Mi cuerpo, mi alma...

Mi corazón.

Un deseo que respira – Parte II. (La historia detrás de la piel)

 


Y cada día suma un latido más
a nuestra historia,
esa que construimos detrás de una fachada,
con un guion que se escribe solo,
como si el destino dictara cada gesto,
cada palabra,
cada silencio compartido.

Entonces te miro… y todo arde:
mi cuerpo, mi sombra, mi nombre.
Tu presencia me deshace y me reconstruye,
como si en tus brazos el universo
encontrara su forma más pura.
No hay límite ni miedo —solo entrega,
solo el milagro de sentirnos vivos.

Tan libres… y a la vez tan cautivos,
sostenemos un amor que respira en lo oculto,
una felicidad que crece sin permiso,
que busca espacio entre las horas.

Y cuando llega el fin de semana,
tu ausencia pesa —pero no hiere.
Porque no hay distancia capaz de borrar
el eco de tu voz en mi mente,
ni el calor invisible que dejas en mi piel.

Sigues ahí…
en el rincón tibio de mis pensamientos,
en la quietud que antecede al sueño,
en ese instante en que cierro los ojos
y el mundo se reduce otra vez
a ti.

sábado, 11 de octubre de 2025

Un deseo que respira Parte I

Sumergida en tus caricias… y tus besos,
cada vez que tu lengua roza mi piel,
y mis piernas reposan sobre tu espalda…
mi cuerpo se abre al tuyo como un secreto,
como un jardín que solo florece en la tarde noche.

Tu aliento me incendia la nuca 
y en el roce de tus manos nace el vértigo,
la certeza de que todo deseo
es una forma de morir… y renacer contigo.

Mi piel se arquea buscando tu nombre,
tu voz se derrama entre gemidos 
y el mundo se reduce a este instante,
a la humedad… al temblor… al latido,
a la urgencia dulce de no separarnos.

El silencio se vuelve un murmullo,
una corriente tibia que nos envuelve.
Cada suspiro tuyo me atraviesa 
como un hechizo que me nombra sin palabras.

Tus dedos trazan constelaciones sobre mi cintura…
y yo me dejo llevar, marea rendida,
hasta perder la noción del aire,
del tiempo… del mundo.

En tu mirada hay una promesa antigua 
una danza que solo entienden los cuerpos
cuando se reconocen en la oscuridad.
Y allí, entre la penumbra y el deseo,
mi alma aprende a temblar de nuevo.

Después… el silencio nos cubre despacio,
como un manto de luna sobre la piel.
Tu respiración se mezcla con la mía 
y en ese sosiego tibio y transparente
descubro que el amor también es esto:
la quietud que queda cuando el deseo
ha dicho todo… sin pronunciar palabra.

miércoles, 3 de septiembre de 2025

505



Escaparon en su viaje número catorce

hacia un cielo desconocido,

perdidos en calles que murmuraban olvido.

Tomados de la mano, sin prisa ni razón,

los guiaron sus pasos hacia aquella escapada, amor mío.

 

Ella lo buscó en un sueño sin nombre

y lo encontró en esa ciudad olvidada de mapas,

donde sus pisadas se entrelazaron despacio,

llevándola de la mano al rumor salado del mar.

 

La ciudad fue leve, envuelta en bruma y sal,

se estremeció al paso lento de su andar,

y el rumor de las olas se volvió canción:

en cada espuma despertaba su pasión.

 

Caminaron como dos secretos al borde del agua,

los cabellos de ella libres y sus manos perdidas en su espalda.

La arena caliente guardó sus susurros

mientras las olas aplaudían cada roce,

cada risa, cada gemido suave en el aire.

 

Pisaron la arena con huellas compartidas,

de sol, viento, risas y caricias contenidas.

Las olas jugaron entre sus dedos y sus sueños,

dibujando promesas sobre el azul del tiempo.

 

El sol se ocultó y cobró un brillo dorado,

los labios de ella, la arena, el mar… todo estuvo a su lado.

En silencio, su mirada incendió su piel,

y se volvió abrazo, se volvió miel.

 

Al caer la tarde, fueron fuego y sal,

y ella —desvelada— se vistió con lencería negra,

un encaje que celebró cada curva,

de la mujer que él había convertido en su devoción,

el deseo contenido que asombró sus ojos.

 

Subieron al ascensor que los dejó frente a la habitación 505,

una cifra que ardió con promesas.

La puerta sonó y el mundo se borró afuera:

como un pacto sin voz,

solo quedaron él, ella y esa habitación suspendida en el tiempo.

 

Él la observó como quien descubre una constelación nueva,

y sus labios se volvieron playa y refugio.

 

Entre cortinas que filtraron luces moribundas,

sus movimientos fueron poema desnudo,

y él guardó cada instante en su piel.

El encaje negro se volvió símbolo de lo prohibido, de lo suyo,

de la pasión que no esperaba.

 

Se entregaron sin prisa: caricias con sabor a sal,

miradas que hablaron más que cualquiera de sus voces,

y el mar, distante, resonó en el pecho como latido compartido.

 

En la penumbra, su piel y la tela se hermanaron,

su aliento con el suyo, sus risas con el silencio.

La noche se adentró en ellos como ola que se volvía calma,

y el deseo se hizo suspiro, y el suspiro poema.

 

Allí, entre sábanas, presión de cuerpo y deseo,

su aliento con sus sueños tejieron un nexo.

En esa habitación, con luz suave y tenue,

amaron, se estremecieron, y el mundo se detuvo.

 

Cuando el alba asomó su rayo atrevido,

supieron que en la 505 había nacido su latido:

un secreto de amantes, una huella sin prisa,

un poema en piel, una dicha infinita.

 

Al amanecer, cuando la luz tembló en los cristales,

aún vibraban atrapados en ese laberinto de placer.

La habitación 505 fue escenario y testigo

de dos amantes que escaparon, se encontraron

y se escribieron sin palabras, con besos,

con lencería negra y piel entrelazada en olas dormidas.






domingo, 3 de agosto de 2025

"Reclamada" (Parte I)


En esa séptima noche 
Tan apartados de todo y todos
Tanto silencio y tanto misterio
A pesar del caos
Mi mundo seguía girando 
Alrededor de ti 
Mis ganas 
Mis deseos 
A pesar del calor intenso
El cansancio, la sed y el hambre
Divididos entre responsabilidades 
Laborales y sentimimentales 
Rompiendo siempre la rutina 
Haciendo a un lado los obstáculos 
Sin promesas, sin planes, sin excusas.

Nuestro séptimo encuentro 
Fue un lienzo en blanco
Mi piel no te conocia 
Pero te esperaba
Como el sol espera al horizonte
Para entregarse en cada ocaso.

Había en mi un eco resonante
Un murmullo en la sangre,
Que esperaba tu nombre
Antes que superiera pronunciarlo.

Cada poro esperando 
Ser magnetizado
Con tus besos 
Tus caricias

Y cuando tus manos tocaron
Lo que era mío,
Me di cuenta 
Que siempre habia sido tuyo.
Tus manos no tocaron:
Reclamaron
Mi cuello, mi espalda,
El hueco exacto entre mis muslos...
Como si cada espacio en mi, 
Hubiera nacido para encajar contigo.

Y poco a poco mi cuerpo se abrió sin miedo,
Como si en tus labios 
Estuviera escrita la clave de mi hambre.

Esa noche no gemí de placer,
Sino de reconocimiento,
De saber que por fin,
Estaba donde siempre debí estar:
Bajo ti, dentro de ti, sobre tí.
Perdiéndome en el temblor 
Que solo tu podías encender
Con un cálido abrazo 
Mientras me sentía bajo cero.
Recobrando el aliento.

Esa noche no fue un encuentro 
Fue una toma, una revelación
Una rendición que nunca se convirtió en lucha,
Porque siempre te esperé 
Sin buscarlo, sin saberlo
Nos reencontrarnos 
Como una verdad revelandose y
Grabada en mi carne
Mucho antes de nuestras memoria.