En esa séptima noche
Tan apartados de todo y todos
Tanto silencio y tanto misterio
A pesar del caos
Mi mundo seguía girando
Alrededor de ti
Mis ganas
Mis deseos
A pesar del calor intenso
El cansancio, la sed y el hambre
Divididos entre responsabilidades
Laborales y sentimimentales
Rompiendo siempre la rutina
Haciendo a un lado los obstáculos
Sin promesas, sin planes, sin excusas.
Nuestro séptimo encuentro
Fue un lienzo en blanco
Mi piel no te conocia
Pero te esperaba
Como el sol espera al horizonte
Para entregarse en cada ocaso.
Había en mi un eco resonante
Un murmullo en la sangre,
Que esperaba tu nombre
Antes que superiera pronunciarlo.
Cada poro esperando
Ser magnetizado
Con tus besos
Tus caricias
Y cuando tus manos tocaron
Lo que era mío,
Me di cuenta
Que siempre habia sido tuyo.
Tus manos no tocaron:
Reclamaron
Mi cuello, mi espalda,
El hueco exacto entre mis muslos...
Como si cada espacio en mi,
Hubiera nacido para encajar contigo.
Y poco a poco mi cuerpo se abrió sin miedo,
Como si en tus labios
Estuviera escrita la clave de mi hambre.
Esa noche no gemí de placer,
Sino de reconocimiento,
De saber que por fin,
Estaba donde siempre debí estar:
Bajo ti, dentro de ti, sobre tí.
Perdiéndome en el temblor
Que solo tu podías encender
Con un cálido abrazo
Mientras me sentía bajo cero.
Recobrando el aliento.
Esa noche no fue un encuentro
Fue una toma, una revelación
Una rendición que nunca se convirtió en lucha,
Porque siempre te esperé
Sin buscarlo, sin saberlo
Nos reencontrarnos
Como una verdad revelandose y
Grabada en mi carne
Mucho antes de nuestras memoria.
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