Y al fin, cuando las sombras se disuelven,
te encuentro en el filo exacto del deseo,
donde la espera y la urgencia se confunden,
y cada roce es un descubrimiento
que hace temblar la piel… y el alma.
Tus labios reconstruyen silencios antiguos,
tu respiración me guía entre la calma y el vértigo,
y siento que todo lo que conteníamos
explota en un instante que nos pertenece
solo a nosotros.
Tan cerca…
que puedo sentir tu miedo y tu deseo
como si fueran míos.
Tan cerca…
que cada suspiro se convierte en promesa,
cada caricia en un pacto secreto
entre lo que somos
y lo que soñamos ser.
Y cuando la noche nos cubre,
cuando el mundo vuelve a sus límites,
queda la certeza de que este fuego
no puede apagarse.
Que incluso en la distancia,
incluso en la ausencia,
nuestro deseo sigue respirando…
incendiando todo lo que somos,
una y otra vez.